La Inteligencia Emocional y el Liderazgo Exitoso.

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Por MPsO. Samuel Urbano Chagoya

Comencemos con la siguiente pregunta… ¿qué es más importante para tener un liderazgo exitoso, un alto coeficiente intelectual (CI) o la inteligencia emocional (IE)?

Si bien es cierto que de manera general e histórica se tiene la idea que es el coeficiente intelectual quien hace la diferencia entre un liderazgo exitoso y uno medianamente aceptable, lo cierto es que el logro de los objetivos, ya sean personales, académicos, financieros y organizacionales va mucho más allá que tener una media de CI de 115. 

Continuemos con la siguiente pregunta… ¿qué es inteligencia emocional?

Es la capacidad de una persona para identificar la emoción que está sintiendo, gestionarla y comunicarla de manera adecuada, además de identificar las emociones de los demás, empatizar con ellas y encargarse de ellas, sin perder el control o “dejarse llevar” por ellas, lo que se traduce como una herramienta para mejorar el razonamiento y la toma de decisiones de forma consiente.

De acuerdo a Daniel Goleman (2015), hay una relación positiva importante entre una Inteligencia Emocional (IE) saludable y un liderazgo destacado por sus logros, ya que si bien es cierto en un primero momento el CI es determinante para discriminar a quienes tienen habilidades técnicas específicas, una vez elegido, tienen un “efecto suelo”, es decir, ya no tiene mayor relevancia porque todos los que son “líderes” tienen esta característica, y es ahora cuando la inteligencia emocional entra en juego, como factor concluyente para identificar a los “líderes exitosos”.

En los estudios realizados por Goleman, se ha encontrado que la Inteligencia Emocional es un factor imprescindible del liderazgo, ya que puede haber una persona con el mejor entrenamiento, una capacidad incisiva y analítica para la toma de decisiones, además de una gran cantidad de buenas ideas, pero, sin la IE, no será un gran líder.

De estos estudios, se han desprendido los siguientes componentes de la IE que son vitales para su desarrollo son: 

  • Conciencia de uno mismo: 

Consiste en tener un profundo conocimiento sobre las emociones propias, de los puntos fuertes y débiles, las necesidades e impulsos.

Esto permite que la persona no sea ni demasiado crítica con sus defectos, ni exageradamente optimista con sus habilidades, reconociendo cómo sus emociones afectan a ellos y a otras personas, ya sea de manera directa o indirecta, así como su rendimiento en las diferentes esferas de la vida.

  • Autogestión:

Al ser personas que estamos interconectados, tanto con otros sujetos, como afectados por el medio ambiente, los impulsos biológicos juegan un papel importante en la manera en cómo nos relacionamos con los demás, y aunque queda claro que de forma física no podemos intervenir tanto en esto, si lo podemos controlar a nivel de pensamiento.

Quienes de manera consiente y voluntaria realizan este tipo de ejercicio “conversación interna”, sufren estados anímicos bajos e impulsos emocionales como cualquiera, pero a través de estas estrategias, logran controlarlos e incluso transformarlos en herramientas de utilidad, tanto individual como colectiva, creando ambientes de confianza y justicia, evitando comportamientos impulsivos y se convierte en un factor de protección al superar la frustración y la depresión provocada por algún revés o fracaso.

  • Empatía:

La empatía es la característica más “comercial” de la Inteligencia Emocional y en muchas ocasiones se aplica de una forma errónea, ya que se cree que es tan solo “pensar en cómo están los demás y actuar en consecuencia a ello”, pero tanto dentro del liderazgo como en las relaciones interpersonales saludables, esto no tiene mucha aplicación, sino más bien, es “tener en profunda consideración tanto los sentimientos de los empleados como otros factores durante el proceso de toma de decisiones inteligentes”.

Esto tiene como resultado un impacto positivo en aquellos que son afectados de manera directa e indirecta 

  • Habilidad social:

Consiste en la simpatía con un propósito, movilizar a la gente hacia la dirección que deseas, tanto si es el acuerdo sobre una nueva estrategia de venta, como la implementación de una nueva política o el lanzamiento de un producto nuevo. 

En este paso, se desarrolla la habilidad para construir relaciones y generar puntos de unión con gente de toda clase, teniendo en cuenta que “nada que es importante, puede trabajarse solo”. 

En forma de conclusión, aquellos líderes excepcionales, son y han sido aquellos quienes, a través del uso de la Inteligencia Emocional aprovechan al máximo las herramientas desarrolladas y pueden alcanzar sus objetivos, tanto en el ámbito personal como organizacional y se permiten vivir las emociones de manera natural y sin limitaciones, manteniendo siempre el control sobre ellas, utilizándolas de forma adecuada, comunicándolas de modo asertivo, empatizando con los demás, creando ambientes familiares, educativos y laborales saludables.

Fuente: 

Goleman, D. (2015). Cómo ser un Líder. Ediciones B, S.A. Barcelona.

 

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